Abre sus fauces la cuncuna metálica, a dentro
miles de caras muy pocas sonríen, la mayoría muestran la rutina infame de vivir
casi por obligación. Una me llama la atención y en este viaje no es por su
belleza (que es innegable) de sus ojos brotan pelusas de agua, a su lado un
desconocido (imagino yo) porque ni una célula de pena se le mueve y la miseria
de mi mente comienza un parloteo que si fuera una oración, esto sería una
iglesia “nadie la ayuda, ni le pregunta que le pasa, que gente más de mierda”
Se abre la puerta, soy escupido, ella continua
el viaje, camino unos pasos y reflexiono. “soy una mierda”
Pd: ojala tu mujer de las pelusas, no te hayas
matado por la pena y la indiferencia.
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